La religión
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Título
La religión
Descripción
La religión en el México Antiguo ocupó un lugar central y preponderante de la vida todos los anahuacas. En parte por la espiritualidad y misticismo ancestral, y en parte, porque el sistema social estaba totalmente inmerso en los valores morales y éticos de la religión del Cem Anáhuac. Todo cuanto se hacía: vida familiar, gobierno, agricultura, salud, educación, arte, deporte, etcétera, estaba complejamente vinculado a los aspectos de la religión. Como toda religión ancestral, la nuestra buscaba la trascendencia del "Ser" espiritual más allá de la muerte. La vida eterna a partir de la conciencia. Para entender al México antiguo es muy recomendable conocer las formas de vida y valores, de los pueblos llamados "indígenas" que hasta nuestros días guardan celosamente los milenarios valores y principios espirituales que los engendraron desde la invención de la agricultura hace ocho mil años y que en síntesis buscan acercar al ser humano con lo sagrado y lo divino, con lo trascendente e inconmensurable. "Finalmente llegamos a la veneración de Dios en la forma de ideal elegido por uno mismo. Los hindúes han representado a Dios de innumerables maneras y, según dicen, ello es apropiado. Cada una de ellas no es más que un símbolo que apunta a algo en el más allá, y como ninguna agota la verdadera naturaleza de Dios, toda la gama se necesita para completar la figura de los aspectos y las manifestaciones de Dios... Como hemos visto, el fin de la vida es trascender la pequeñez del ser finito. Esto puede lograrse identificándose con el Absoluto trascendental que reside en el fondo de uno mismo o desplazando el interés y el afecto hacia Dios personal que se siente como una entidad distinta de uno mismo." Prepararse para morir físicamente y renacer espiritualmente para una vida eterna, este ha sido el desafío de todos los seres humanos conscientes en la historia de la humanidad. En ese perenne desafío se han formado todas las civilizaciones y culturas del mundo, así como las religiones. "...el hombre es el principio de la creación del mundo y el encargado de su preservación y su desarrollo hacia lo perfecto. Sobre esta concepción se edifica a sí mismo, y edifica el mundo a su alrededor. Así es como construye la cultura de que somos, hasta hoy, exclusivos herederos." Para los Viejos Abuelos sólo existía una sola representación de la divinidad suprema, que era invisible e impalpable, que no tenía nombre y que nadie lo había creado. En el México antiguo no existía el concepto judeocristiano de "dios" y de aquí nacen muchos equívocos desde Hernán Cortés hasta nuestros colonizados investigadores del México contemporáneo. La concepción de la divinidad suprema de los antiguos mexicanos está más cerca de la concepción Hindú que del judeocristianismo. Manteniendo el principio básico de que la divinidad suprema es inaccesible e incognoscible al ser humano, se entiende la "flexibilidad" para representar las múltiples facetas de ese concepto tan complejo. "El principio de unicidad inherente a la religión --principio que tiene muy poco que ver con la calidad y el número de los dioses- significa que el hombre ha descubierto un centro en sí mismo y que concibe el universo a partir de ese centro. Es decir, que la esencia de todo sistema religioso reside en la revelación de un alma individual estrechamente ligada al alma cósmica: se trata, en una palabra, de la divinización del hombre. No siendo sino perecederas producciones del intelecto sometidas a las circunstancias sociales, los dioses son secundarios y, considerados como un fin en sí, no pueden inducir más que a error. Así pues, si no queremos que una religión se nos oculte bajo el amontonamiento de inertes detalles técnicos, es necesario esforzarnos por redescubrir la revelación que, inevitablemente, está en su origen." En parte, porque a partir del período Postclásico (850 a 1521 d.C.) los propios dirigentes en la decadencia, transgredieron las normas religiosas que los maestros toltecas habían decantado y que permitieron un milenio de paz y armonía de los pueblos del Anáhuac. Más aún, cuando Tlacaelel y los mexicas con sus reformas ochenta y un años antes de la conquista, cambiaron dramáticamente el sentido místico espiritual religioso, por un sentido guerrero material imperialista. Y en parte también, por la negación e incapacidad de los colonizadores y misioneros por entender una religión que era totalmente diferente a la suya. Donde, además, pesaba el epíteto de demoníaca y primitiva. Pues atrás de él, encontramos un vasto tesoro filosófico, pleno de eterna sabiduría universal. "Ahora bien: en este estado de la religión, acontece la conquista española. Llegan los misioneros, que sabiamente procuran que algo escape a ella, y buscan conservar los testimonios de la religión vencida mediante la información que solicitan a quienes habían sido sus fieles. Y éstos, comprensiblemente, no les revelan, o porque no lo tienen o porque no quieren compartirlo, el conocimiento mayor, el de quienes he llamado expertos. Entonces comunican sólo aquello que es patrimonio cognoscitivo de la comunidad: rasgos físicos, cualidades generales como que la entidad Tláloc es dios de las lluvias o fomentador de la fertilidad. Esto es lo que consta en los textos entonces recogidos. Los cronistas e historiadores posteriores toman esta imagen, decididamente mutilada, ya que al destruirse la comunidad religiosa, el conocimiento de los expertos dejó de transfundirse en ésta, dejándola sin fundamentos y con una verdad fragmentada. Llevados posiblemente por su incapacidad de comprender los llamados testimonios arqueológicos, esto es, las imágenes en que los miembros de aquella comunidad plasmaron su secreto, han ido a lo que les es comprensible: fuentes escritas. Y han tomado por verdad íntegra el conocimiento superficial, privado de raíz, que en ellas se contiene. De allí la pobreza, la incesante repetición de errores, contradicciones y superficialidades reiteradas que se manifiestan en sus obras. Y también, fruto así mismo de su incomprensión de las imágenes, las falsas atribuciones iconográficas, que han venido, al ser irreflexivamente repetidas, a integrar una red insoslayable de mentiras y confusión, de la cual resulta difícil escapar." Como la Virgen María en la religión católica que es una sola, por múltiples representaciones de una misma realidad. Intentos poéticos de referirse a lo impronunciable, lo divino, lo inconmensurable, lo innombrable. Concepto más filosófico que religioso, que seguramente fue manejado como conocimiento esotérico por aquellas personas que vivían en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas y que estaban consagrados al estudio e investigación de las posibilidades energéticas del ser humano. "Amo y señor nuestro, Tloque Nahuaque, Yoalli Ehécatl, que ves y conoces el interior del árbol y de la piedra, y en verdad ahora conoces también nuestro interior, escuchas en nuestro interior; oyes y sabes lo que decimos dentro de nosotros, lo que pensamos; nuestro rostro y nuestro corazón como humo y niebla se levantan delante de ti." El universo mismo está constituido de un par de opuestos complementarios. El principio dialéctico está presente de manera contundente en "la dualidad divina". Ocupa los espacios iconográficos de mayor importancia de manera reiterativa. Como dos cabezas de serpientes que se miran de frente, o como dos cabezas de quetzal que se miran de frente. "Antes que nada, para eso, conviene tener presente la idea, generalmente admitida, de la concepción dualista del mundo existente entre los antiguos mexicanos. Originado en una divinidad doble, dicen los autores, el mundo era concebido por ellos como resultado de ese principio; como una perpetua lucha entre contrarios, que iba engendrando muevas etapas de existencia." Lo cierto es que esta representación dual de las serpientes o los quetzales, se puede encontrar en todas las culturas de los tres períodos, como elemento importante y central en la iconografía. Se trata de la lucha de contrarios en la creación del universo y la vida en el Anáhuac. Figura religiosafilosófica que nos habla de la necesidad de humanizar al mundo a través de la misión que ha recibido el género humano. "Reflexionaremos ahora acerca de lo expuesto hasta aquí. Se ha hablado de la --acción de dos principios antagónicos que luchan-, de --lucha de contrarios-, de --la idea de la lucha-, de --choques de fuerzas antagónicas-... La energía luminosa, es la esencia de todo el mundo "material", pues la materia, en su naturaleza más íntima está conformada por energía. En nuestros días es más fácil entender esta avanzada concepción del mundo, ya que sabemos que la parte más pequeña de la "materia" está constituida por átomos y éstos a su vez por cargas energéticas, de modo que lo que llamamos "materia", no es más que la energía condensada en diferentes grados. Efectivamente, los Viejos Abuelos afirmaban que el fenómeno de la vida alcanzaba su perfección más sublime cuando la inconmensurable fuerza del "Espíritu" soplaba en el interior de la energía luminosa. El soplo divino que anima a la conciencia espiritual estaba asociado a Quetzalcóatl. Lo que sucede es que desde 1521 se ha prejuiciado y mal interpretado todo conocimiento y valor de la antigua civilización, especialmente en el aspecto de la religión y la filosofía, toda vez que eran las bases "morales" por las que se justificaba la invasión. En efecto, la corona española manifiesta que los pueblos invadidos eran salvajes y primitivos. Estas figuras hechas en barro y diversos materiales pertenecían a las diferentes formas en las que se representaba la divinidad suprema y sus diversas advocaciones o "dioses menores". Lo que nos sugiere que el origen de la religión deviene de una antiquísima, profunda y compartida concepción filosófica. Ometecuhtli representa la esencia mmasculina de la creación. Es esposo de Omecihuatl y padre de Tezcatlipoca rojo (Xipe Tótec), Tezcatlipoca negro (Tezcatlipoca), Tezcatlipoca blanco (Quetzalcóatl), y Tezcatlipoca azul (Huitzilopochtli). También se le llama Tonacatecuhtli [tonaka'teuktli], "Señor de nuestra carne". Como dualidad y unidad masculino-femenina, reside en Omeyocan, "el Sitio de la Dualidad", que, a su vez, ocupa el más alto lugar de los cielos. El/ella es padre/madre del Universo y cuanto hay en él. Como "Señor y Señora de Nuestra Carne y Sustento", suministra la energía cósmica universal de la que todas las cosas derivan, así como la continuidad de su existencia y sustento. En la sociedad azteca, los macehualli (o macehualtin, en plural) eran la clase social que estaba por encima de los esclavos, y jerárquicamente estaban por debajo de los pipiltin o nobles. Los maceualtin rendían servicio militar, pagaban impuestos y trabajaban en obras colectivas. Como los esclavos, también podían poseer bienes, casarse con personas libres, tener hijos libres, teniendo una relativa libertad. E. de Jonghe "Histoire du Mexique" manuscrito francés del XVI (Biblioteca Nacional de París.)
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Wikipedia.org
Identificador
http://es.wikisource.org/wiki/Historia%20Verdadera%20del%20M%C3% A9xico%20Profundo/9?oldid=492607
Cobertura
null
Colección
Citación
“La religión,” Biblioteca Virtual FAHUSAC, consulta 21 de noviembre de 2024, https://bvhumanidades.usac.edu.gt/items/show/1103.