Cien años de futurismo
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Título
Cien años de futurismo
Descripción
El movimiento futurista, que su creador, Filippo Tommaso Marinetti, definiera como "estética de la violencia y de la sangre" ha cumplido cien años este 2009. Cien años en los cuales nunca se perdió el rastro de su primario instinto de sedición. Si después de la Segunda Guerra Mundial la ideología que impregnó al movimiento provocó su rechazo dentro de la historia del arte, el tiempo lo ha rescatado para recordarnos sus efectos sobre el siglo XX. La que más tarde sería la agrupación vanguardista más conocida de Italia, tuvo sin embargo un primer pronunciamiento francés. Un familiar de un compañero de Marinetti logró que su incendiario Manifiesto apareciera en un periódico de información general, Le Figaro. De este modo los futuristas se presentaban como un grupo que huía, para su presentación pública y puesta en escena, de oscuros libros y catálogos especializados para manifestarse en la prensa y para lanzarse a la conquista de la gente, de todos aquellos que estuvieran, como ellos, dispuestos a subvertir el orden tradicional. En la subversión de este orden se empeñaron con todas sus fuerzas. Precisamente por su impulso de subversión este movimiento artístico continúa hoy llamando nuestra atención, pero además porque, como ninguna otra de las vanguardias históricas, el Futurismo supo conjugar una gran multitud de facetas. Empezó siendo discurso literario y continuó siendo pintura, escultura, proyecto arquitectónico, música, diseño, cocina o moda, ... y fue también ideología, una ideología que empañó su trayectoria y que le condujo, caso único en la historia de las vanguardias, a formar su propio partido político, el Partido Futurista Italiano, con innegables analogías con las agrupaciones fascistas de la época de Mussolini. En cualquier caso, este hecho le acerca todavía más al planteamiento de las propias vanguardias, que no quisieron ser meramente movimientos artísticos sino movimientos vitales, movimientos que se implicaran en la vida de las personas. Universitat Jaume I. Castelló Giacomo Balla: Velocità d'automobile + luci, 1913. Primer Manifiesto del Futurismo, no había sin embargo una sola obra, pictórica, literaria o de cualquier otro tipo, que pudiera denominarse futurista. El manifiesto futurista fue también la primera obra futurista. Y en primer lugar fue literatura, una literatura iniciada con este manifiesto y continuada por un segundo, el Uccidiamo il chiaro di luna (Matemos el claro de luna), donde se dejan sentir las influencias tardo-decandentes y simbolistas francesas, pero cuyo lirismo desbordante corrobora el comienzo de la era futurista. En el primero se nos cuenta cómo un grupo de hombres, en un automóvil rugiente, se dirigen hacia la muerte, no por el deseo de morir, sino por su falta de estímulos en este mundo inane. Giacomo Balla: Bandiere all'altare della patria, 1915. A través de estos textos podemos hacernos una idea del pensamiento futurista, que devino en una formalización ideológica a través de la creación de un partido político, caso inédito en las vanguardias, que nunca llevaron tan lejos su vínculo entre el arte y la vida. El Partido Futurista Italiano, nombre bajo el que se ampararon, anticipó o compartió muchos de los motivos fascistas: ultranacionalismo, sentido de la raza, y desprecio por la democracia representativa y formal. Pero el entusiasmo de Marinetti por los líderes fascistas se difuminaría al año siguiente cuando él mismo y algunos de sus compañeros abandonan los fascio de combate por no haber podido imponer sus tendencias antimonárquicas y anticlericales. Porque, en este sentido, también eran militantes de lo extremo. El instinto ciertamente salvaje de los futuristas se lee en uno de sus textos más brutales, también obra de Marinetti; se trata de la novela Los Indomables, cuyo argumento se centra en torno a un grupo de hombres presos en una isla de fuego, vigilados por carceleros negros y sojuzgados ambos por los cartacei, seres de papel con libros en la cabeza. Dejo la pierna derecha medio cortada de mi alpino, finjo una gran cólera científica, arranco a mi ayudante de la derecha el bisturí y continúo yo su laparotomía". Pintura y escultura, con todo su poder de representación, no asumieron nunca características tan extremas, pero sí subyace en todas ellas un desbordante torrente de vitalismo y energía. Así, en la pintura todo se mueve, las líneas oblicuas contribuyen a esa sensación de ímpetu y velocidad que forjó el sueño futurista. La máquina se hace fuerte en esta estética que ha sufrido un desplazamiento desde un mundo antropocéntrico a otro tecnocéntrico, lo cual traerá dos importantes consecuencias para el mundo del arte, puesto que si antes el modelo estético podía ser el de una figura o un paisaje, ahora lo es el de la máquina, paradigma del mundo moderno. En segundo término, si el nuevo modelo es la máquina, la belleza estará en sus atributos. Así, se hablará en términos de velocidad, eficiencia o simultaneidad. Prendado también de la fuerza vital, Umberto Boccioni, el más importante de los pintores futuristas, afirmaba que un cuerpo quieto se mueve tanto como uno que se desplaza, y que la pintura debe expresar también esta especie de movimiento interior. Si en el trabajo de Balla hay un interés por la persistencia de la imagen en la retina, Boccioni, con obras como La ciudad que sube, practica la simultaneidad de acciones, en un brillante maremágnum plástico. Otra fuente de sorpresas del Futurismo es su arquitectura. Consecuentemente, su música aspiraría a ese ruido.
Editor
Universitat Jaume I. Castelló
Identificador
http://repositori.uji.es/xmlui/bitstream/handle/10234/35760/33847.pdf?sequence=1.
Cobertura
null
Colección
Citación
“Cien años de futurismo,” Biblioteca Virtual FAHUSAC, consulta 21 de noviembre de 2024, https://bvhumanidades.usac.edu.gt/items/show/1131.