Arte Egipcio
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Título
Arte Egipcio
Descripción
Esta civilización de ciudades, desarrollará una estructura social y política variada, en la que la religión y el poder de los gobernantes, muchos de ellos sacerdotes, conseguirán aglutinar y dar cuerpo a esa amalgama social. Desde el punto de vista artístico, hay una nota común que relaciona todas estas civilizaciones diferentes y originarias de distintos territorios, y es la importancia que se le da a la expresión artística, precisamente como elemento de afirmación de ideas y formas de poder político y religioso. Considerando además que el desarrollo urbano también proporcionará los medios para desarrollar un arte diverso, rico y grandilocuente, no es de extrañar la enorme importancia que llega a alcanzar el arte que llamamos mesopotámico. Aunque indudablemente, tal variedad de civilizaciones y espacios, dará lugar a una cierta diversidad dentro de este movimiento artístico, tal, que el término mesopotámico debe entenderse como un concepto genérico porque no tiene otra referencia que la espacial. Así denominó Herodoto a la civilización egipcia, y desde que el historiador griego abriera el libro de la Historia contando las maravillas de un país extraordinario, Egipto ha cautivado a todas las civilizaciones y ha hechizado y sigue hechizando a cuantos se han acercado a su civilización. Nos aproximamos a su historia y un halo de misterio y de enigmas sin resolver parecen envolver su pasado, por más que sea una de las civilizaciones antiguas más y mejor estudiadas. Pero siempre hay algo más que hace especial el Egipto de los faraones: su desarrollo cultural; su temprana civilización; sus logros de progreso como las canalizaciones o el calendario que les marcaba el propio Nilo con sus crecidas; el aislamiento de su geografía; o su riqueza extraña en medio del desierto; el secreto prolongado durante tanto tiempo de sus jeroglíficos; y sobre todo sus dioses y sus cultos funerarios, motivo de sus portentosos monumentos, que elevan la grandeza de Egipto a un verdadero mito de la Antigüedad. Pero el arte de Egipto no se limita a la construcción extraordinaria de sus pirámides, a la obra de sus templos, y a las tumbas fabulosas que de vez en vez descubren los arqueólogos. Egipto desarrolló también en el campo de las artes plásticas una obra excepcional por su enorme variedad y su calidad técnica. No era un arte para la belleza. Ni los artistas ni sus mecenas buscaban en el arte egipcio la magia de lo hermoso, como les ocurrirá siglos después a los griegos. El arte de Egipto es un arte práctico y utilitario, al estar íntimamente ligado a su función funeraria y al interés de la monarquía. Por ello es un arte de carácter simbólico, que además cambia muy poco a lo largo de los siglos, porque a la tradición secular que definía todas las manifestaciones de la cultura egipcia, había que añadir las propias tradiciones asumidas por artistas y talleres que eran muy difíciles de alterar. Un arte para sus dioses, para el mundo de ultratumba y para sus faraones, principalmente, pero también un arte en el campo de las artes plásticas, que en ocasiones le hace un guiño a la vida cotidiana y a las manifestaciones más simples de la belleza. Un arte por todo ello fascinante, que nunca nos podrá dejar indiferente. Gran Templo de Ramsés II. Abu Simbel. S. XV a. C. Pirámide de Keops. Zigurat de Ur (Neosumerio, III Milenio a. C. Zigurat de Etemenanki de Marduk (Babilonia. Templos y palacios van a ser las construcciones monumentales que caracterizan la arquitectura mesopotámica desde sus primeros tiempos. Considerando la importancia que adquiere el elemento religioso como fundamento de la cohesión social de esta civilización, y su implicación con el poder político, no es de extrañar que las primeras edificaciones monumentales se refieran a estos dos ámbitos. Como por otra parte, ya se ha comentado que la expresión artística tiene una clara intención propagandística, es una consecuencia lógica que la arquitectura adquiera un carácter colosal y de apariencia grandiosa, con el que exteriorizar de cara al pueblo el poder atesorado por la clase dirigente y la importancia de la religión. Resultarían por tanto especialmente espectaculares en el entorno cultural del momento las construcciones palaciegas, existentes desde los primeros tiempos, pero aún mucho más los templos, sobre todo los zigurats, auténticas montañas artificiales en medio del paisaje, capaces de sobrecoger el ánimo de cualquiera. En cuanto a la arquitectura funeraria, no adquiere la importancia que alcanza en otras civilizaciones, como en la egipcia, por ejemplo, aunque en época del Imperio persa, las tumbas de sus reyes también logran un cierto protagonismo arquitectónico. Restos del Zigurat de Ur en Irak. Para la construcción de la casa de los dioses o la morada de los soberanos, en una zona donde la piedra escasea, se utilizó un nuevo tipo de material, el ladrillo, superando de este modo las dificultades técnicas que la construcción con grandes piedras implicaba, tal y como ocurrió en la arquitectura megalítica. El tipo de ladrillo más utilizado era el crudo o sin cocer (adobe); el auténtico ladrillo cocido solía emplearse en el revestimiento exterior de los edificios, más expuesto al deterioro por las inclemencias climáticas; para su unión, en ocasiones, se hacía uso del betún. Los elementos constructivos estaban compuestos por gruesos muros de carga dispuestos en talud, y un sistema preferentemente adintelado y de cubiertas planas. Sólo excepcionalmente se emplea el arco de medio punto y bóvedas como cubiertas. Los templos, ya en época de los sumerios son denominados con el nombre de eanna, que significa "casa del cielo". Su importancia simbólica y constructiva es pareja a la relevancia social del poder religioso. Podemos distinguir dos tipos de templos: aquellos que están trazados con una planta rectangular, y rodeados de murallas con un sentido de ciudadela militar, en cuyo centro se edifica el templo propiamente dicho; y una segunda tipología característica, conocida como templo-torre, denominado Zigurat, construcción compuesta por varias terrazas superpuestas en cuya cima se eleva un templo. Dichos zigurats, construidos como torres escalonadas, se construyeron con una determinada simbología que los configuraba como una escala luminosa entre el cielo y la tierra. Por eso se recubrieron exteriormente de cerámica vidriada de distintos colores según cada una de las terrazas, que proporcionaba una luminosidad brillante cargada de reflejos. Desde lejos, esta imagen luminosa resultaría espectacular y para muchos habitantes de la zona, realmente sobrenatural. Es posible que los siete pisos con sus distintos colores, pudieran simbolizar los siete dioses o siete planetas conocidos, con su significado, pues, de carácter cósmico. Mucho más complejo y espectacular resultará con posterioridad el modelo palaciego aportado por el Imperio persa, del que el de Persépolis resulta siempre su ejemplo más significado. Las ciudades crecen al mismo tiempo que lo hacen los imperios mesopotámicos hasta alcanzar en algunos casos una notable complejidad urbanística. Se trata en este caso de una tipología muy sobria y sencilla: Sobre alto basamento escalonado se hallaba la tumba propiamente dicha, en forma de casa cuadrangular con techo a doble vertiente. Estela de los Buitres (Sumeria III Milenio a. C. Louvre) La producción escultórica en el arte mesopotámico tiene dos formas básicas de expresión: la escultura exenta o de bulto y el relieve. Ambos presentan coincidencias formales y temáticas que otorgan una cierta unidad a todo el amplio repertorio escultórico, que se prolonga a lo largo del tiempo y del espacio en el territorio mesopotámico. retratos reales, como ocurre con numerosos gobernantes de periodos posteriores. Plásticamente las soluciones van variando con el tiempo, pero son constantes algunos tratamientos generales, como la disposición frontal, la rigidez, la concepción de bloque de las figuras o la ausencia de movimiento. En cuanto a los materiales utilizados son variados, pero dada la ausencia de piedra en el entorno, son extrañas las grandes obras monumentales que puedan verse en el arte egipcio. Se utilizan en cambio otros materiales duros como la diorita, el alabastro, el basalto, etc., pero siempre en proporciones pequeñas, dándole a la figura cánones menores, para lo cual se recurre a la disposición de las figuras sentadas o en cuclillas. Dentro de esta escultura exenta podrían incluirse los lamasus asirios (de cuatro patas) y persas (de cinco patas), grandes toros alados androcéfalos, que servían como guardianes de las entradas de los palacios. En su caso su canon es mayor de lo habitual y por ello su monumentalidad. De las dos manifestaciones escultóricas, la más utilizada fue el relieve. El relieve desarrolla además una mayor variedad de temas y de soluciones técnicas. La mayoría tienen un carácter narrativo, haciendo así relato de múltiples actividades, desde las más trascendentes como la guerra o las hazañas de sus reyes, hasta las más cotidianas, como trabajos domésticos o labores agropecuarias. En todos se aprecia la utilización de numerosos convencionalismos, tanto para la solución plástica de sus formas de expresión, como para desarrollar su narrativa, y que son más numerosos entre los más antiguos. Cabría citar entre otros, la perspectiva torcida, al modo egipcio, sobre todo en las figuras, representadas con la cabeza y piernas de perfil y el cuerpo de frente; la utilización de registros para ordenar la sucesión narrativa; la esquematización formal y las composiciones habitualmente simétricas. Entre los más antiguos cabría destacar ejemplos tan conocidos como las Estelas de Urnanshe y de Naramsin, la de los Buitres o la Estela de Hammurabi; y entre los relieves de mayor calidad y perfección técnica, los asirios, especialmente los relacionados con escenas cinegéticas de sus reyes, como los procedentes de Nínive, caso de la famosa Leona herida. También son muy conocidos los bronces que decoran las puertas del Palacio de Imgur Enlil, o Puertas de Balawat, con crueles escenas de las hazañas militares de Salmanasar III. Relieves en bronce de las Puertas de Balawatt. Toros alados, procedentes del Palacio de Jorsabad. 2330-2150 a. C. Estela de los Buitres. · Vaso de Susa Ur (Sumeria III Milenio a. C. Louvre) Las artes decorativas también tienen su lugar en el arte mesopotámico, mostrando un amplio repertorio de piezas, materiales y técnicas. Se utilizaron metales preciosos, dando lugar a piezas de carácter ceremonial o conmemorativo como el Casco de Meskalamdug. Se trabaja también el taraceado de conchas y piedras preciosas, como ocurre en el famoso Estandarte de Ur, así como en las arpas de Ur. III Milenio a. C. Casco de Meskalamdug. Bagdad (Desaparecido durante la Guerra de Irak). III Milênio a. C. Vaso de Susa. IV Milenio a. C. Estandarte de Ur. Y destaca sobre todo el refinamiento alcanzado en todas las formas de aplicación cerámica, tanto en la labor de piezas exentas, como el Vaso de Susa, como en el empleo de la cerámica vidriada en forma de brillante revestimiento exterior de muros y edificaciones, consiguiendo un espectacular efecto de naturalismo estético, colorido y luminosidad, que destaca en ejemplos tan sobresalientes como las Puertas de Isthar en Babilonia o el Friso de los arqueros de Susa. El legado de la arquitectura egipcia se consolida a lo largo de los siglos, basado en una serie de características propias: su colosalismo constructivo, su perfección técnica, y su capacidad de movilización social para la realización de grandes obras. Cuenta además con algunos elementos formales igualmente singulares. Así, su estructura arquitrabada, la utilización frecuente de muros en talud, el aprovechamiento de la piedra como material constructivo a pesar de las dificultades de su extracción en aquel país de desierto, así como un modelo de sostén basado en grandes columnas rematadas en capiteles característicos: lotiformes, palmiformes o papiriformes, según su parentesco con las plantas que se reproducen talladas sobre la piedra. Destacan como tipologías más características, la arquitectura funeraria, de una enorme importancia en el arte egipcio dada su íntima relación vital con el mundo de ultratumba; y los templos, reflejo también del poder de la clase sacerdotal. Por otra parte, los egipcios desarrollaron, debido a su actividad agraria, las técnicas de la agrimensura. Ello les familiarizó con la geometría y el cálculo aritmético, conocimientos que aplicaron a la totalidad de su arquitectura, otorgándole así unas proporciones precisas adaptadas a determinados módulos. S. XIV a. C. Templo de Debod. La arquitectura funeraria es sin duda una de las expresiones más espectaculares de todo el arte egipcio, pero no hubiera sido posible sin el desarrollo profundo de una religión que le daba una importancia absolutamente trascendental al fenómeno de la muerte y la vida en el más allá. El egipcio para poder iniciar el viaje al mundo más allá de la muerte, debía conseguir que permanecieran unidos los dos principios esenciales que constituían al ser humano: el ba, que aludía al aspecto inmaterial o alma del ser; y el ka, o fuerza vital, que se relacionaba con el cuerpo y el físico del sujeto. De ahí el interés de los egipcios por salvaguardar la apariencia física de los fallecidos, por medio de la momificación o la realización de estatuas y máscaras funerarias, única manera de que ambos aspectos del ser no se separaran en el otro mundo. De esta forma podía el difunto acceder a la barca del dios Sol-Rah, que al llegar el ocaso lo trasladaba al mundo inferior, o de ultratumba, donde a su vez asistiría al juicio de Osiris que pesaría su alma y decidiría su futuro eterno. Tan arraigada se hallaba la creencia en el mundo de ultratumba en el universo religioso egipcio, que buena parte de su vida giraba alrededor de su muerte, lo que puede parecer una paradoja, pero explica perfectamente el alcance y la tremenda importancia alcanzada en esta civilización por la arquitectura funeraria. Al principio sólo reservada al faraón, pero posteriormente ampliada también a las clases más acomodadas. III Milenio a. C. primero las mastabas, que luego se convirtieron en pirámides, y posteriormente los hipogeos. La primera forma arquitectónica con una finalidad de mausoleo fueron las mastabas. Estaban formadas por una base tronco-piramidal con muros en talud, que quedaban enterradas y mimetizadas en el paisaje. La monumentalidad, la perfección técnica y los misterios que todavía envuelven la construcción de las pirámides han causado admiración en todas las épocas de la historia. También hoy, hasta el punto de que las pirámides de Egipto siguen siendo en la actualidad la obra más portentosa levantada por el ser humano. El último ejemplo de construcción funeraria, el hipogeo, se desarrolló durante el Imperio Nuevo, tratándose de una construcción que como su propio nombre indica, estaba excavada dentro de una montaña, con una disposición interna que trasponía en cierto modo las estancias de las anteriores construcciones. Destacan principalmente los excavados en la región de Tebas, en el enclave denominado del Valle de los Reyes. Alzado y plano del Hipogeo de Ramsés II. Imperio Nuevo. S. XV a. C. Hipogeo de Ramsés II. Vista de la entrada.
Editor
digitalART ECIR
Identificador
ficus.pntic.mec.es/jals0026/documentos/ocmeso.pdf
Cobertura
null
Colección
Citación
“Arte Egipcio,” Biblioteca Virtual FAHUSAC, consulta 25 de junio de 2025, https://bvhumanidades.usac.edu.gt/items/show/1016.